miércoles, 17 de febrero de 2010

Cuando las rarezas están dentro de casa. Si Mahoma no va a la montaña…


Aunque esto que voy a escribir a continuación ya se ha venido relatando en numerosísimas ocasiones, no quiero dejar pasar la ocasión de hacerlo constar una vez más, valiéndome a su vez como introducción a un –para mi- sorprendente suceso que me ha tocado vivir tan sólo unas pocas fechas atrás. Comienzo pues…

La observación de aves es algo único, fascinante. Esto no es nuevo para aquellos lectores familiarizados con la materia, es obvio, pero cambiemos el enfoque. Habitualmente aquellas personas ajenas a todo este mundillo que rodea a la ornitología ven, con asombro, como su vecino, familiar o conocido amante de las especies emplumadas vive las más increíbles –y a menudo incomprensibles- peripecias. Madrugones en las frías mañanas invernales para apostarse al pie de una gélida laguna, jornadas completas censando cientos de limícolas en un intermareal bajo un intenso orballo, observando aves marinas bajo chubascos de salitre embarcado a varias millas de la costa, machacando las cervicales durante horas y más horas en un cabo marino mientras miles de aves migran delante de sus ojos o ascendiendo hacia un escarpado circo glaciar bajo un sol de justicia una mañana de julio.
Muchos hemos vivido estas circunstancias, u otras similares.

Con todo, quizás el sumun de la extravagancia dentro de la ornitología moderna se la lleven los twitchers.


Pero, ¿qué es un twitcher?. Pues podríamos definirlo como aquella persona amante de las aves que procura registrar la mayor cantidad posible de especies observadas. Y si son raras, mejor que mejor.

Para conseguirlo no dudará en recorrer cientos de kilómetros con el fin de avistar un ave que horas antes ha sido localizada por algún pajarero local. Por no hablar de los viajes express, con vuelo low cost incluido, a algún país no muy distante (2-3 horas) para “bimbar” (o sea, registrar) las especialidades del lugar. Travesías más largas quizás ya hubiesen de ser categorizadas con otro sustantivo.

Debo reconocer que, de tanto en tanto, me encanta verme inmerso en alguna de estas aventuras, casi siempre embarcado con mi amigo Ricardo Hevia.

Un ejemplo de ello fue aquella tarde de febrero en la que unos ornitólogos holandeses descubrieron una gaviota de ross (Rhodostethia rosea) en Alcázar de San Juan, Ciudad Real. Era la segunda que se observaba en España… A bote pronto dudamos de la veracidad de la cita, sin embargo unas fotografías publicadas a las 22:00 horas no dejaban lugar a la duda. Pues bien, a las 23:00 h. nos pusimos en marcha, llegando a las 07:00 de la mañana al humedal castellanomanchego de la Veguilla.

Una locura, sí, pero la vimos.

Dicho todo esto, igualmente he de reconocer que nunca me había visto en una tesitura como la que me ha tocado vivir entre la pasada semana y la presente.


¿A quién se le ha aparecido una rareza dentro de la casa de su familia política? Y digo más: ¿a quién se le ha aparecido una rareza dentro de la casa de su familia política después de permanecer en la misma vivienda más de 40 años?. Increíble, pero cierto.

La cosa se ha dado -por supuesto- de una manera casual.


Mi mujer, Mabel, me había comentado unas fechas atrás que en su familia guardaban “un pájaro” disecado, animal que, parece ser, había entrado vivo por una de las ventanas del domicilio años atrás, allá por los albores de la década de los 70. Fechas después del comentario, y repasando unas fotografías familiares antiguas, Mabel me dijo “¡¡ ah, mira, este es el pájaro !!”. En la imagen pude apreciar, en un segundo plano, una pequeña ave disecada sobre un televisor.

Me quedé alucinado. Estaba ante una rareza que ni mucho menos me esperaba encontrar. Ayer mismo acudí a fotografiar el ave – que ya mostraba un notable y comprensible estado de deterioro-, obteniendo estas instantáneas:


Vista lateral derecha del ave.


Detalle del plumaje dorsal.


Vista cenital.


Vista lateral izquierda.

¿De qué especie se trata?. Pues un anglosajón quizás diría que se trata de un Corncrake. En nuestro país habrá quien le llame Guión de codornices (Crex crex).

Y tú, ¿qué crees?.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Raro 2009

Ya está aquí una nueva edición del Raro 2009, iniciativa que capitanea el bueno de Pablo Gutiérrez y que trata de premiar de modo simbólico -pero con el reconfortante respaldo de los compañeros- la mejor observación o aquella más interesante por su extrañeza registrada en territorio gallego.

Las bases de esta nueva temporada se pueden consutar en el blog TravellingBirds.

Desde aquí os animo a tod@s a que participéis, merece la pena.