“Ya volvemos a tener peligro” sentenció mi amigo Luís J. Salaverri. Y tenía razón.
Mi respuesta fue una mirada cómplice acompañada de la pertinente sonrisa de medio lado, de esas que se podrían traducir como “ya sé a que te refieres, ya”.
Sin duda se hacía alusión a un affaire ornitológico que comenzó la pasada primavera lejos de Galicia, allá por tierras sorianas. Después de siete horas de coche –animadas, eso sí, por charlas ornitológicas- y de una pernocta en un hostal cercano a la divisoria entre las provincias de Burgos y Soria nos acercamos a una pequeña balsa de agua para intentar observar una avefría sociable (Vanellus gregarius) que había sedimentado unos días en la zona.
Una chaladura de viaje propia de unos twitchers, vaya. Jamás había realizado tantos kilómetros para ver única y expresamente un ave. Y el caso es que fallamos en la intentona; después de horas recorriendo la zona de la Vanellus ni rastro de la misma.
“Menudo paseito para nada” recuerdo que nos dijimos. En el páramo soriano no había demasiado en que entretenerse, ni siquiera esa charca (porque no era más que eso, una charca temporal) donde se suponía debería estar la avefría social o chorlito social (a muchos de nosotros nos resulta complicado cambiarle el nombre, acostumbrados al que -hasta hace poco- reflejaban todas las guías de campo).
Lo más destacado que vimos en el altiplano castellano fue –ironías de la vida- un águila pescadora que pasó de largo hacía el norte, ignorando totalmente el encharcamiento.
Y desde aquel día, la suerte no nos acompañó cada vez que coincidíamos Luís y yo en el campo. Parecía como si nos hubiesen echado un mal de ojo o algo…
Hasta ayer día 14 de enero.
Éramos como esa pareja de delanteros gafados con el gol cada vez que se encuentran juntos sobre el césped, errando una y otra vez ocasiones clamorosas. Ayer esa gaviota polar fue un tiro por la escuadra, una bocanada de aire para respirar.
¡¡Por fin!!. Fue en la playa de Lago, concello de Xove (Lugo). Una ejemplar de Larus glaucoides apareció desde la mar para adentrarse directamente en la marisma, haciendo una pausa en el emisario de desagüe de la piscifactoría que Pescanova (“lo bueno sale bien”, dicen ellos) tiene en la zona.
Y salió bien esta vez. El ave, que presentaba un plumaje propio del 1º invierno (aunque el pico ya mostraba caracteres más propios de un ave un año mayor, algo que “la Gulls” recoge como un suceso ocasional), consintió que nos aproximásemos para fotografiarla sin piedad.
Y precisamente su pico distintivo fue lo que nos facilitó poder diferenciar este ejemplar de otro visto en S.Ciprián hace unas fechas.
Era mi particular desquite a la ausencia de gaviotas blancas en Burela días atrás, cosa que ayer volvía a repetirse, ya que el puerto pesquero no nos sorprendió con nada especial.
El caso es que la racha negativa se rompió, y ya de vuelta a casa un par de zampullines cuellirrojos en la ría de Foz –localizados previamente por Luís- y los ya conocidos cisnes. Parece que cuando la suerte se pone de cara…
Me cuenta Luís que hoy la gaviota polar seguía.
Por cierto, que algunas de las numerosas instantáneas de la Iceland gull las subiré el
fin de semana, palabra.
¡¡Show must go on!!.
martes, 15 de enero de 2008
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