miércoles, 22 de octubre de 2008

Las tardías golondrinas de O Vicedo


O Vicedo es, para aquellos que no lo conozcan, el tercer ayuntamiento más septentrional de la península ibérica tras los de Mañón y Cariño. Situado en el extremo más occidental de la Mariña lucense, su costa es recortada y su población escasa. Con todo, en el coqueto núcleo de O Vicedo la presencia de golondrinas comunes (Hirundo rustica) no es escasa, y su canto estival se escucha casi en cada calle.

El pasado viernes día 17 de octubre la tarde no era veraniega, pero sí soleada. El cielo había amanecido despejado, sin duda una falsa tregua entre dos jornadas lluviosas propias del otoño como fueron las del jueves y sábado. Eran ya la sobremesa cuando atravesaba yo la villa marinera por la infausta carretera norte de Galicia, cuando reparé en el hecho de que sobre uno de los cables telegráficos de la travesía principal que cruza el casco urbano había posado lo que -sin duda- parecía un volantón de anduriña, que es como aquí llamamos a las Hirundo rustica.

Me equivocaba, no era un polluelo de golondrina, eran dos. Rápidamente pensé en la fecha, sorprendiéndome que por estas latitudes peninsulares todavía quedasen los rescoldos del verano. Pero mi sorpresa no hizo más que acrecentarse al comprobar atónito como un ejemplar adulto (con sus largas y lustrosas rectrices exteriores incluidas) llegaba para cebar a uno de los polluelos mientras que el otro también reclamaba para sí parte de la pitanza.

¿Pero que hacen estas golondrinas de esta guisa a estas alturas del calendario por aquí?. Me paré un instante a seguir la secuencia, que pudo ser tal que ésta registrada unas fechas atrás en Ribadeo:



Jovenes de Hirundo rustica.

Los polluelos esperan en el cable la llegada de los adultos, mientras vigilan los movimientos de éstos.



Momentos después parece que uno se aproxima, lo que hace intuir a los pollos que se dirige hacia ellos. Comienza la algarabía para ver quien reclama con mayor fuerza las atenciones del progenitor.



Evidentemente, quien ya ha comido y se encuentra saciado ni se molesta en gastar energías de manera inútil. Pero sí sus hermanos...



La arribada del adulto dispara las ganas de comer y los polluelos despliegan todo su repertorio para ser el elegido.



Hasta que finalmente uno de ellos se lleva el gato al agua, dejando al desafortunado hermano hambriento y reclamando sus derechos...



De todos modos, la sangre nunca llega al río y la paz se adueña de la prole en breves instantes.



Lo cierto, y aunque resulte increible, es que las golondrinas regulan tremendamente bien los turnos de comida en función de las carencias y necesidades de cada cría. Como puede verse en la siguiente imagen, el jovenzuelo descartado en la toma anterior resulta el agraciado en esta ocasión.



Y en cuanto la cosa se calma un poco, vuelta a comenzar por el primero de todos ellos...



La justicia paterna de las golondrinas. Pero volviendo al comentario fenológico, revisando mis notas he caído en la cuenta de que tal día como hoy (22/10), pero un año atrás, observé posado -de nuevo- en un cable telegráfico una joven golondrina común... ¡¡ y también en O Vicedo !!. En aquella ocasión fue en las inmediaciones de la playa de Xilloi, a donde había acudido a la procura de los paseriformes que habitaban sus dunas, con suerte dispar.

Curiosa coincidencia esta. ¿Por qué se quedarán criando hasta tan tarde las golondrinas de O Vicedo?. Su razón de ser tendrá...

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