sábado, 29 de marzo de 2008

¡¡ Vaya tarde la de aquel día !!

Lunes 24 de marzo, 9:00 a.m. Llega un mensaje que dice “8 C.cygnus en Foz”. La mañana en Ribadeo se me presenta ocupada, pero por la tarde ¿por qué no ir a ver el aumento de efectivos del norte en la ría focense?. Antes de todo ello llamada a Salaverri para saber del asunto; Luís me dice que las aves ya se han largado volando con dirección este, y que no se habían vuelto a relocalizar.

Después de la pitanza, salgo hacia la rasa costera lucense con tres ideas en mente, a saber: buscar algún bisbita de Richard (si quedan todavía), echar un ojo al mar por si el fulmar se tercia y, por último, dejarme caer por el intermareal.

En los prados de Rinlo empiezo por repasar un tremendo grupo de láridos “grandes” que persiguen a un tractor agrícola mientras libera el apestoso abono. No salta la sorpresa, casi todas son patiamarillas, aunque las fuscus también se hacen notar. Las fechas migratorias de esta especie mandan, ya se sabe…

Los grupos de fringílidos animan las cunetas de las pistas agrícolas, sobre todo jilgueros y verderones son los que hacen las delicias de mi teles, pero también pardillos, verdecillos y algún pinzón. Han desaparecido ya los gorriones molineros, los bisbitas comunes o los escribanos palustres.


Jilguero, aparentemente hembra de la subespecie ibérica C.carduelis parva, en Rinlo.

En el horizonte, sobre la costa de A Mariña, los nubarrones amenazan acabar con la paz momentánea; poco tardo en darme cuenta de que no es una paz, sino una tregua temporal. Muy temporal.

Tras unos acentores comunes, algún buitrón y tres ánades reales sospechosamente aquerenciados, me paseo por el pastizal en el que tradicionalmente invernan las Anthus richardi.

En menos de lo que canta un gallo levanto dos ejemplares. No esperaba encontrármelos todavía, no por las fechas (en alguna ocasión las he visto incluso más tarde), sino porque este año han aparecido y desaparecido tal Guadiana a lo largo del invierno.

Primer paso conseguido, así que ahora tocaba el fulmar. Un poco más allá, a unos 300 metros, la punta Corveira se presentaba como la mejor opción para situarse y repasar las intratables olas.


Los chubascos se sucedían uno tras otro en el horizonte cantábrico.

Como puede apreciarse los aguaceros no dejaban margen a mucha maniobra; el caso es que por el momento los tiros de agua pasaban rozando, sin mayores consecuencias.

Lo primero que localizo son dos alcatraces, un subadulto y un veterano. Ambas aves siguen a una embarcación pesquera de bajura, acompañados de gaviotas patiamarillas, pero de fulmares nada de nada. Sigo mirando y, de pronto, muy cerca de la costa (unos 400 o 500 metros) una pequeña pardela salta por encima de una ola.

Me quedo flipado porque la cara blanca, las alas cortas y de puntas redondeadas, cola abierta en abanico y un vuelo cortito con la cabeza en alto me dejan rotos los esquemas. La pardela, de alas oscuras por arriba y pálidas por abajo, se deja caer entre las olas. El estado del Cantábrico no me permite relocalizar al animal hasta segundos después. Entre observación y observación en mi cabeza ronda el “a ver, centrémonos, cabeza fría… ¡¡que estamos en marzo y esto no es normal!!”. Y en esto vuelvo a verla, posada encima de una ola.

No me lo podía creer, esa cara inconfundible, ese tamaño... Pero aún así “ufff, como no sea una assimilis menuda cagada. Vamos a ser prudentes…”. Así que la disfruté durante 15 minutos a intervalos entre olas y cortos vuelos, dejándose caer hacia el este siempre de frente al viento de WNW.

¡¡Qué gozada de bicho!! Ya convencido de lo increíble y desconcertante de la cita, mando aviso a los colegas, justo en el momento en que recibo uno que me informa de un bimbo de Mergus merganser por parte de mi buen amigo L.J. Salaverri. No tardo en recibir llamadas, y la pardela chica enfocada a ratos: de cine. Una Puffinus assimilis, y yo que venía a por el fulmar…

Y sigo viendo al procelariforme 5 minutos más (20 min. en total), mientras a saltos va tirando al este y en su camino se cruza una inquieta –y evidentemente mayor- Puffinus puffinus. Y de repente se acaba la paz, tromba de agua infernal. Me pego a la pared de la vieja cetárea de Rinlo para capear el temporal como buenamente puedo, aunque me calo hasta los huesos.


Antigua cetárea de Rinlo. Cuando cae agua a calderos cualquier sitio es bueno para resguardarse...

Cuando logro escapar del aguacero cobijado en mi coche la pardela chica ya había pasado a la historia entre las olas. No debía encontrarse muy lejos, pero ya no fui quien de localizarla una vez más. “Qué poco dura lo bueno”, pensé de un modo un tanto egoista… Mucho más breve sería cosa si pasase como un relámpago, en migración activa.

Me desplacé a la gravera de Barreiros, en la orilla este de la ría de Foz.




Vista panorámica de la gravera de Barreiros.

Para ser sinceros, pretendía tener la fortuna de encontrarme con alguna especie de polluela; las fechas son buenas para este grupo de aves, ya que ahora están inmersas en pleno en paso prenupcial. No hubo suerte…

En fin, supongo que esto ya sería rizar el rizo. Eso sí, mientras una nutria hacía mis delicias sumergiéndose en una orilla orleada de Typha pude oír un enorme estruendo de alas sobre mi cabeza. Al levantar la testa descubro como tres enormes cisnes cantores me sobrevuelan con dirección N-S al interior de la ría.

Tocaba poner pies en polvorosa, y eso hice. Mi sorpresa a los 10 minutos fue descubrir que, de nuevo, no tres sino ocho enormes bultos blancos a modo de cisnes cantores sumergían sus cabezas en busca de materia vegetal en los lodos de la reserva de Foz. Por un lado la familia de cinco aves –una pareja con tres crías del año- ya casi empadronada en el intermareal, y por otro los recién llegados: otra pareja con un pollo, éste todavía muy “sucio” de plumaje.



Cygnus cygnus. Los tres nuevos inquilinos de Foz.

Luego de 30 minutos de observación puedo constatar que ambos grupos familiares se respetan pero no se integran entre sí, haciendo caso omiso los viejos moradores de los intentos de los novatos por hacer migas.

En fin, la tarde no tuvo desperdicio. Nunca se puede dar por acabado el invierno, aunque ya sea primavera. Bendito norte gallego...

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