miércoles, 25 de junio de 2008

Aquel Eider de la fotografía...


Galicia es esa tierra en la que, independientemente de la fecha en la que uno se encuentre, en cualquier cala, monte o ensenada al ornitólogo le puede dar un vuelco el corazón en cuestión de segundos. Y es que las sorpresas están ahí, solamente hay que buscarlas.

Recuerdo vivamente una magnífica exposición de diapositivas fotográficas que el bueno de Álvaro Fernández Polo realizó en Cariño, mi villa natal, allá por los albores de la década de los 90. Por aquel entonces, con 15 o 16 años, pateaba yo la comarca con la única ayuda de mis prismáticos "rusos", lo que sin duda menguaba mis posibilidades a la hora de observar especies interesantes en la amplia ría de Cariño y Ortigueira. En aquel pase fotográfico hubo una instantánea que se quedó clavada en mi memoria como un puñal, y todavía hoy la recuerdo con frescura.

Se trataba de una imagen obtenida un mes de junio -tal que ahora- desde el puerto de Espasante, en el aledaño ayuntamiento de Ortigueira. La toma, algo distante, permitía observar sin el menor género de dudas a un macho de Eider posado sobre una roca rodeada por el mar, en compañía la acuática de una gaviota patiamarilla. Tal era la nitidez de la instantánea que hasta uno podía aventurarse a decir que el Somateria mollissima era un macho joven, de 2º año calendario, con la muda muy avanzada.

"¡¡ Un macho de eider con el plumaje casi adulto !!, ¡¡ y en junio !!", me decía a mi mismo. No salía de mi asombro. Por aquel entonces uno no mantenía mucho contacto ornitológico con el mundo exterior, así que el aprendizaje se producía siempre así, a salto de mata. O a las bravas, como dirían los menos puristas.

Con el tiempo uno piensa en ocasiones que los jóvenes que ahora se inician en esto de observar aves tienen una gran suerte, ya que muchos conocimientos los adquieren ya "masticados" por los adultos que los acompañan en el campo. Esto hace que aprendan más rápido y mejor, sin duda, y que en un escaso margen de tiempo se encuentren ya a un nivel magnífico. Con todo, debo reconocer que los recuerdos de uno también agradecen sobremanera el haber ido sumando conocimientos así, día a día y a base de encontronazos con la realidad, a pesar de que el tiempo requerido para obtener un bagaje razonable ha sido sin duda mayor.

Lo bueno de descubrir las cosas por uno mismo son los regresos a casa -en no pocas ocasiones empapado hasta los huesos- con una sonrisa en los labios y , porque no decirlo, fantaseando sobre lo increíble que resultaba lo que uno acababa de contemplar. A veces sentía que la gente no comprendía cual era el motivo que llevaba a un chico a ponerse en semejantes tesituras -chaparrones, fango hasta las rodillas, olas de temporales que bañaban a uno, etc...- simplemente por el hecho de "ver un pájaro" y eso, sin duda, hacía a la actividad todavía más atrayente para mi.



No pocos sabréis a lo que me refiero.

Quizás por eso hoy en día, cuando ya la juventud más salvaje decae con rapidez y el raciocinio quiere vencer a la pasión, trata uno de aferrarse con fuerza al fenómeno de observar rarezas o nuevas especies, para seguir sintiendo ese frescor, ese estremecimiento, ese sobresalto cada vez que se sale al campo y hay suerte. Para seguir volviendo a casa con esa sonrisa en los labios, y repasar guías y más guías ya metido en cama, esperando que nos cuenten cosas nuevas sobre tal o cual ave que hemos bimbado.

Viene todo esto a cuento de la imagen del eider de Álvaro Fdz. Polo. Ese eider magnífico que apareció en el puerto de Espasante, justo frente al muelle de Cariño, un mes de junio cualquiera.

Como buen recuerdo de la juventud me resisto a normalizarlo, a relativizarlo. Con todo, uno sabe de buena tinta que de unos años a esta parte no es extraño que algunos ejemplares -por lo general jóvenes- de esta especie se dejen caer en los meses estivales por nuestras costas cantábricas para mudar su plumaje. Me vienen a la cabeza aves que así lo han hecho en las últimas temporadas en Asturias, Viveiro y hasta en el propio Cariño.

Por eso, cuando el pasado sábado recibí el mensaje de mi amigo David Martínez Lago diciéndome que había encontrado una hembra de Somateria mollissima en nuestra comarca me dejé llevar por la tentación de acercarme a verla. Fue ayer, en compañía de Ricardo Hevia, muy cerca de la playa de Vilela (Mañón).


Alguien se asoma tras la ola...

La cala, de lo más tranquila, permitía al ave descansar sobre las olas mientras el suave sol del atardecer caía.

Previamente Ricardo y quien escribe habíamos recorrido un gran número de kilómetros para buscar rapaces y carroñeras. El resultado no fue el mejor, la verdad, pero no nos podemos quejar. Tres buitres leonados (Gyps fulvus), un cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) macho, un abejero europeo (Pernis apivorus) y un aguilucho cenizo (Circus pygargus) melánico fueron lo más reseñable.

Luego vino el eider...


Vista lateral del Somateria mollissima de Vilela.

El pato presentaba un plumaje ciertamente desordenado, sin duda debido a la fuerte muda que parecía estar llevando a cabo. Ciertos grupos de plumas no hacían más que asomar los cañones o, directamente, eran inexistentes.


Eider común hembra, probablemente 2º año calendario.

Precisamente es en esta fechas cuando esta especie se desprende de parte de sus plumas, aspecto éste que en países como Islandia aprovechaban para recolectar el apreciado plumón con el que se confeccionarán posteriormente los abrigosos nórdicos, de gran utilidad en los aposentos del norte durante las gélidas e infinitas noches invernales.

Acaso por ello Michael Chinery en su "Guía de Campo de los Animales Silvestres" (libro que a muchos nos ha ensimismado de críos) llama a esta especie Edredón, y no eider.


Más de cerca se aprecia la ausencia de partes del plumaje.

Repasando un poco más la ensenada caímos en la cuenta de que el eider no estaba solo en su proceso de muda. Un joven macho de negrón común me tuvo en jaque durante breves segundos hasta que pude verlo correctamente, dado lo revuelta e incompleta que resultaba su librea.


Somateria mollissima, especie regular aunque escasa en España.

En fin, que el hallazgo de David Martínez sirvió para refrescar ese recuerdo de aquel eider de los 90.

Quién pudieses dar marcha atrás al reloj....

1 comentario:

mikelgar dijo...

Pero qué agusto se lee uno esto. Casi se huele el mar....además en cuatro días estoy allá. A ver si me premia el azar...y el tesón claro está.
Un abrazo compañero.
Mikel.