martes, 29 de abril de 2008

Buitres gallegos en estado puro

Esta tarde ha sido fructífera en cuanto a aves carroñeras, pero nefasta en lo climatológico.

Desde un alto hemos oteado -Ricardo Hevia y quien escribe- el horizonte lejano. Un grupo de 10-12 buitres leonados rozaban las cumbres, descendiendo en un valle, probablemente escapando del temporal que se les acercaba. Viento y agua a mares, vaya.

Tomamos el coche y recorremos un buen número de kilómetros buscando, intuitivamente, el lugar al que parecían dirigirse las carroñeras. Y con un poco de fortuna los hemos localizado resguardándose en unas repisas.


Bando de Gyps fulvus guareciéndose del viento y la lluvia.

Mientras que los chaparrones no dejaban de sucederse, las aves aprovechaban para colocarse lo más escondidas posible para que el agua no empapase sus plumajes. No salíamos de nuestro asombro al constatar que cuantas más repisas y cuevas mirábamos, más aves localizábamos.


Algunas partes del risco estaban totalmente salpicadas de deyecciones.

No todos los buitres leonados permanecían agrupados, a lo largo de toda la pared podían verse ejemplares, algunos de ellos expuestos totalmente a la intemperie. Después de 2 horas de aguantar aguaceros y vendavales el tiempo nos ha dado una tregua y, al fin, abandonamos el coche.


No es fácil observar grandes grupos de buitres posados en las sierras gallegas.

La mejora climatológica favorece que consigamos obtener tomas próximas de algunas de las aves. En esta fotografía pueden verse mal que bien 8 aves...


La mayoría de las aves son jóvenes, aunque también se pueden ver adultos.

En total nada más y nada menos que 44 ejemplares, todos ellos posados en los cortados, aunque algunos aprovecharon la bonanza climatológica para realizar cortos planeos y sobrevolar el cordal. Otros ejemplares prefirieron, sin embargo, solearse un poco; el plumaje empapado aumenta el peso y no favorece el planeo...

Cerca de medio centenar de buitres leonados, casi nada.


Buitres "gallegos" soleándose.

Y decidimos marcharnos, dejando allí a las carroñeras mientras que nuevas aves arribaban al lugar para, presumiblemente, pasar la noche. En los próximos meses seguiremos las evoluciones de una de las contadísimas buitreras que se forman cada primavera en Galicia.

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