sábado, 19 de abril de 2008

Cigüeñuelas. Punto y seguido

De camino hacia Ribadeo, tenía 45 minutillos para detenerme en Rinlo. Que más voy a decir de este lugar que no haya escrito ya…
El caso es que el desapacible cielo no parecía querer colaborar con la causa ornitológica, los chubascos caían uno tras otro cíclicamente cada cinco minutos, el poderoso viento de componente oeste catapultaba las grandes y frías gotas casi en paralelo al verde pasto. ¿Quién dijo que llovía de arriba a abajo?.

Había quedado con Salaverri para echar un ojo rápido y charlar un poco en la oficina de los ornitólogos: el campo. Perdóneseme el apunte: a veces pienso cuan triste debe ser sentirse ornitólogo y verse encerrado en una jaula de cemento. Tiene que resultar difícil leer lo que se lee a día de hoy en foros, webs o blogs sin poder sentir nada parecido, solamente dejando volar la imaginación. Como ver a los demás comerse un goloso pastel ante nuestras narices mientras el estómago no para de hacernos llegar sus punzantes quejas del hambre acechante.

Inciso hecho, vuelvo a Rinlo. Bajé del coche para repasar la charca que se ha generado en la excavación de lo que iba a ser –esperemos que se haya quedado sólo en una mala pesadilla- una piscifactoría en plena zona Natura 2000. Hay responsables políticos que uno sabe donde tienen la cabeza (no quiero pensar que sean los bolsillos). El socavón, de considerables dimensiones, está ahora lleno de agua después de que este lluvioso abril hubiese hecho bueno el refranero. “En abril aguas mil” dicen. Un buen bando de láridos lavaba su plumaje en el agua dulce, mientras que un nervioso Tringa totanus apuraba las posibilidades de llenar su estómago.

A pesar de contar con un chubasquero, un paraguas y un forro polar en el coche, decidí arriesgar y salir “a pelo”, una costumbre esta muy propia de quien escribe. Craso e imperdonable error, mayor si cabe siendo de la zona y sabiendo como se las gastan las borrascas atlánticas. No habían pasado ni 3 minutos cuando una cortina de lluvia -aderezada con unas ráfagas de aire endiabladas- provocaba que me tuviese que esconder tras un contenedor de obra abandonado en las orillas de la artificial poza.

A un tiempo que me resguardaba aparecen volando por mi derecha un grupillo de limícolas que rápidamente identifiqué a ojo. “¡¡Cigüeñuelas!!”, me dije.



Himantopus himantopus en Rinlo ayer.

No está mal, parece que la racha primaveral continúa. He de decir que minutos antes había recibido un SMS de mi amigo Ricardo Hevia, informando de la presencia de un abejaruco (Merops apiaster) en el valdoviñés embalse de As Forcadas.


Merops apiaster, observado por Ricardo Hevia en As Forcadas. (Foto:R.Hevia)

Evidentemente estas especies no son rarezas, pero en Galicia siempre resultan pequeñas perlas que hacen más ilusión que algunas divagantes. ¿Qué es más impactante en Galicia, observar un alzacola o un paíño de Wilson?, ¿una malvasía o un porrón bola?, ¿un zarcero pálido o un escribano lapón?. Me quedo, en las tres preguntas, con la primera respuesta. Es más, cambiaría 5 o 6 de mis varias observaciones de Larus glaucoides por el Cercotrichas galactotes o la Oxyura leucocephala. Sin dudarlo por un solo instante.

El caso es que 5 Himantopus himantopus aterrizaban en la balsa, llegando en vuelo vacilante y patas a modo de antena trasera.



Cuatro de las cinco cigüeñuelas de Rinlo.

Rápidamente aprecio que hay dos machos y tres hembras, mientras las implacables nubes se toman un respiro. Llega Luís J. Salaverri, sabiendo ya del abejaruco de As Forcadas y habiéndose topado unos centenares de metros más allá con una Motacilla flava flavissima y una pareja de cogujadas comunes. La pareja de cogujadas comunes, habría que decir. Y es que Rinlo es un cajón de satre en el que lo mismo cae una lechuza campestre que una cigüeñula, invernan bisbitas de Richard a la par que se observa una pardela chica en su costa, canta el triguero o la cogujada a la par que una balsa de Puffinus puffinus descansa relajada entre las olas. Sitio peculiar, vaya.

El tiempo se me echaba encima (una constante en mis salidas…) así que sólo pudimos hacer un pequeño paseíllo por una de las pistas, no sin antes darnos cuenta de que no uno, sino dos, eran los archibebes comunes que albergaba la charca. Pateando la zona un par de chaparrones me calaron hasta los huesos –por insensato, vaya- y lo único que sacamos en claro fueron 4 T.totanus más en un terreno arado y con algunos anegamientos.

Cuando regresamos a los coches no tuve otra que secarme como buenamente pude, mientras de reojo seguía con la vista a una cigüeñuela macho que parecía ir un poco por libre.



Macho de Black-winged Stilt, como las llaman los británicos.

Poco le duró su independencia, no tardando en acercarse a la parienta.


Pareja de cigüeñuelas.

Al final, no somos tan diferentes…

Media hora más tarde Luís se encuentra con un tarro blanco y los -todavía residentes- tres Cygnus cygnus en la ría de Foz. Así da gusto.

1 comentario:

Héctor Ruiz dijo...

Yo las cigüeñuelas en la provincia de leon las vi en laguna chozas y algun lao mas por ahi. Pasate por mi blog cuando puedas que hago alusion a ti jejeje. Un saludo