jueves, 8 de mayo de 2008
Los buitres aumentan
Esta temporada va a ir -entre otras cosas- de buitres. Y no es esto un antojo caprichoso, sino que a uno le parece interesante el seguir la trayectoria a esa buitrera temporal que parece ya afianzada en un cortado cualquiera de Galicia.
Hacía 9 días que no nos dejábamos caer por el lugar, así que allá fuimos David Martínez, Ricardo Hevia y yo mismo. Antes de recoger a David en Ortigueira, los dos cariñeses decidimos hacer una parada en la ensenada de Mera, tramo más interno de la ría de Cariño y Ortigueira. Y nos salió bien la jugada.
A vista de pájaro, lo primero que detectamos con los prismáticos es un ejemplar de tarro blanco nadando en el canal principal. Una hembra de esta especie había sido localizada días atrás por David en el lugar, así que dimos por hecho que se trataba de ésta. Craso error, porque en un instante Ricardo encontró un segundo ejemplar casi al tiempo que yo daba con un tercer espécimen de Tadorna tadorna. Tras unos vuelos y más de una parada en diferentes puntos del intermareal, constatamos que se trata de 2 machos y una hembra. O para ser más exactos, una pareja y un macho solitario.
Luego de esta siempre interesante observación en tierras gallegas, nos encontramos con David… y venga a hacer kilómetros en procura de las carroñeras. Por el camino, el tormentoso cielo descargaba un refrescante chaparrón que logró descender en 5ºC la bochornosa temperatura ambiente. Esta lluvia nos hacía albergar más esperanzas respecto a la cantidad de Gyps fulvus recluidos en la pared. Y no nos fue del todo mal…
Fotos de casi 20 Gyps fulvus en la pared rocosa.
Una vez en el lugar, un primer conteo arroja la poco desdeñable cifra de 70 ejemplares. Casi nada. Sin duda uno de los mayores grupos vistos nunca en Galicia. El asombro reflejado en la cara de David es difícilmente descriptible.
Otras especies rupícolas como el avión roquero, cernícalo, cuervo o halcón peregrino ocupan además las repisas. Disfrutamos un poco más tranquilamente del panorama, coincidiendo con el resurgir del sol, los reclamos de las aves y el vapor de la tierra ascendiendo tras la lluvia.
Los buitres leonados, un poco más de cerca.
Para aprovechar el viaje, nos damos un paseo por unas cumbres próximas. Un par de buitres posados en una conífera, fringílidos –sobre todo pinzones vulgares y verdecillos-, alondras, bisbitas alpinas… En un bosquecillo de pequeños pinos nos sobrevuela a escasa altura un passeriforme, que casi de manera instintiva identificamos por su peculiar fisionomía. El ave nos hace un guiño, y se posa rauda en el suelo, a pocos metros de nosotros.
Lullula arborea. Ejemplar empapado fotografiado ayer.
Efectivamente, una desplumada y confiada totovía nos observa plácida. Después de las pertinentes fotos, levanta el vuelo por encima de las copas. Unos cientos de metros más allá encontramos un segundo individuo. En los pinos algunos Parus ater buscan insectos entre las acículas.
La tarde avanza y regresamos al cortado, donde un nuevo censo nos da un ejemplar más: 71 buitres.
Cinco carroñeras reparando el plumaje.
El caso es que un ejemplar despistado y alejado unas decenas de metros del grupo se nos escapaba, hasta que Ricardo advirtió su presencia.
Ejemplar de buitre leonado, con la cabeza teñida de rojizo.
Antes de irnos también escuchamos a una hembra de halcón peregrino recibiendo al macho con gritos de algarabía. Luego de escrutar con los telescopios las repisas próximas a la pareja, descubrimos el nido. Una antigua construcción de Corvus corax, ocupado por algún que otro polluelo a medio emplumar. Pero esto ya es harina de otro costal.
Seguiremos informando sobre la evolución de la buitrera, a ver si algún alimoche se deja caer…
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1 comentario:
Muy interesantes estos posts buitreros, espero que sigas informándonos.
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