miércoles, 23 de abril de 2008

Sigue la racha...


Ya lo decía la canción: “que el ritmo no pare”. Y así parece que está sucediendo. Me explico.

Ayer martes 22/04/2008 nueva visita a puntos de interés de nuestra comarca, Ortegal. Arrancamos Ricardo Hevia y yo camino de la balsa del río Dola, en Espasante, con la intención de probar alguna especie del grupo Porzana. La idea no era mala, el lugar había sido rehabilitado hace unos años, y en vista de la exitosa racha de resultados que últimamente arrastrábamos –y que se había iniciado el día 10 con el avistamiento de un Circus macrourus- apuntamos alto en cuanto a objetivos, ya queríamos especies más complejas de localizar en el campo. Y las polluelas en Galicia lo son, sin duda.

Al llegar, un repaso por los alrededores del humedal nos permiten ver…¡¡nada!!. Y cuando digo nada es nada, ni una gallineta. “Empezamos bien”, me dije.

La alternativa fue poner rumbo a la cercana playa de Morouzos (Meca del aguilucho papialbo dos semanas atrás), pero en esta ocasión para echar un ojo no sólo al sistema dunar, sino también a la remozada laguna de San Martiño. El cielo, encapotado, presagiaba un intenso orballo pero por el momento parecía no atreverse a jarrear. Cuando estábamos abandonando el vehículo se unen a nosotros David Martínez Lago y su alegre cachorra, Crecha.

En la orilla este (E.) del sistema dunar obtenemos como botín 6 ostreros y dos Pluviales squatarola, además de un considerable encharcamiento de nuestra óptica. El severo cielo ortegano no se anda con tonterías, a pesar de que quien escribe parezca estar empeñado en acabar en una sala hospitalaria con una neumonía. Marchamos a la orilla oeste (W.) del arenal, a las orillas de la lagunilla litoral.

Comentaba Ricardo que los viejos del lugar suelen conocer estos días de llovizna intensa como “golpeiros”, en alusión al “golpe”, o sea, al zorro (Vulpes vulpes). En nuestra caminata de un par de kilómetros hacia San Martiño, David y Crecha nos abandonan, mientras que el agua nos cala más y más de manera lenta pero inquebrantable. Oímos un zampullín chico y una gallineta, pero no vimos más que unas cuantas Hirundo rustica y algún Delichom urbicum. Mal asunto. Y encima había que regresar, empapándonos.

Un rato antes de ver uno de esos maravillosos carteles didácticos, en los que se señala que en la laguna –realmente un estrecho sistema de canales- habitan especies como el ánsar común (alucinante, este tema merecería un post exclusivo), David nos llama diciendo que se acaba de encontrar con un raposo. Parece que el día sí es “golpeiro”.

¿Qué hacemos? ¿A dónde vamos con este intenso orballo?. La solución convenida fue dirigirnos a Valdoviño, haciendo escala en el embalse de As Forcadas. Ya se sabe que los habituales ornitólogos de la zona andan estos días de viaje, así que… ¿por qué no echarle un ojo al sitio?. Al pasar por Forcadas la lluvia se acentúa, y sólo acertamos a divisar una hembra adulta de Pandion haliaetus devorando con ansia un pez en las ramas de un eucalipto. Ya sólo nos queda una carta en la manga, la laguna de Valdoviño.

Un tanto cabizbajos llegamos al humedal, con la omnipresente lluvia en nuestras cabezas. “Sólo una águila pescadora”, comentábamos.



Vista de A Frouxeira, con la lluvia sobre la laguna.

Monto el telescopio, mientras Ricardo se lo toma con más paciencia. Lo primero que me llama la atención es un bulto blanco: una espátula. El animal, adulto y con cresta propia del plumaje estival, portaba anilla (ilegible por la distancia) en la tibia derecha. A los pies del ave nadan unos patos que me dispongo a mirar cuando algo llamativo se mueve a la derecha de la Platalea. ¡¡Cigüeñuelas!!. El segundo grupo que veo en menos de cinco días. Primero una, luego otra…

No es que las Himantopus sean algo tremendamente inhabitual en Galicia, pero si son escasas las observaciones, aunque Valdoviño es, en primavera, quizás uno de los mejores puntos para buscarlas.

Ricardo se apura a montar el equipo, parece que nuestra suerte comienza a cambiar. En esas estaba el hombre cuando, a punto de seguir contando las cigüeñuelas, reparo en que en el grupillo de anátidas algo no encaja. Fue una de esas sensaciones que muy de tarde en tarde a uno le sobrevienen: sin mirar directamente a unas aves (en concreto, de reojo) nota que hay algo que no cuadra, que no coincide con el paisaje habitual.

¡¡Anas discors macho!!, digo. Y la cara de mi compañero se debate entre la risa y la incredulidad. Le dejo echar un ojo por el ocular y ya flipamos un poco más, no tanto por la observación en si –que es interesante- sino por la racha que acumulamos en 12 días.



Macho de cerceta aliazul, con cigüeñuela al fondo.

Auténticas rarezas a nivel estatal como el Podylimbus podiceps (relocalizado en Cospeito, véase aquí), Circus macrourus, Cygnus cygnus o Anas discors, a las que sumar otras aves de interés a nivel autonómico como Elanus caeruleus (posible primera observación costera de Galicia), Himantopus himantopus, Ardea purpurea, Anthus richardi, Botaurus stellaris o Aythya nyroca habían pasado por nuestros oculares en menos de dos semanas.

Me entretuve contemplando esta anátida neártica mientras Ricardo contabilizaba un mínimo de 7 cigüeñuelas y un juvenil de Ardea purpurea. Con todo, la lluvia aumentó y hubimos de resguardarnos por espacio de 15 minutos en el coche.



Anas discors acicalándose.

Sobra decir que los teléfonos móviles comenzaron a sonar, con mensajes de lo más variopintos, sobre todo los llegados de lejanas tierras y escritos por los usuales ornitólogos de la zona, ahora ausentes. Alguno calificaba nuestra osadía como “sacrilegio”.

David Martínez Lago arrancó de Ortigueira para tratar de ver el ave, eran las 20:15h. y la falta de luz se le echaba encima. Mientras, nosotros teníamos un nuevo objetivo: el escurridizo Botaurus. Repasando el carrizal de la orilla oeste (W.), sacamos un nuevo zorro, al que los patos no parecían temer. Día golpeiro, día golpeiro. Algo de esto sabían los que inventaron el dicho…

En el agua una hembra de Aythya nyroca –auténtica rareza gallega- se afana en bucear, lo mismo hace un macho de Aythya fuligula. La garza imperial también trata de pescar algo, y las parejas de Anas strepera marcan sus límites territoriales, con contínuas disputas entre machos.



Macho de Ánade friso.

Y es que Valdoviño es uno de los pocos puntos de reproducción anual de esta especie en la península Ibérica. Una de las parejas se confió ante nosotros.


Pareja de Anas strepera en A Frouxeira.

Y con esto llegó David, y la cerceta aliazul había desaparecido. No sabemos como ni de que forma, aunque es probable que se hubiese resguardado en el carrizal. Ya se sabe que se trata de una especie un tanto esquiva. ¡¡Porca miseria!!, que pena me da por el bueno de David. Quizás mañana tenga más suerte.

En fin, que seguimos con la suerte de cara en las escapadas que el trabajo nos permite hacer. Que el ritmo no pare.

Nota: hoy a David sí le sonrió la fortuna. La cerceta aliazul seguía en Valdoviño, así como la espátula y 2 Ardea purpurea (joven y adulto). De las cigüeñuelas ni rastro.

No hay comentarios: